La Denominación de Origen Calificada Priorat alcanza un territorio pequeño, que no llega a las 20.000 ha, de las cuales solamente 1.600 ha están plantadas de viña. La orografía es muy accidentada, “cataclismática” en palabras de Josep Pla. Esto hace que el cultivo de la viña sea complicado, exigente y muy costoso.
Las viñas producen poco si se compara con otras zonas vinícolas. A cambio, pero, ofrecen una uva excepcional que, en manos de sus apasionados vinateros, acaba convirtiéndose en unos vinos reconocidos por todas partes por su marcado carácter y su extraordinaria complejidad.
En los bajos de algunas casas centenarias de la DOQ Priorat se pueden encontrar viticultores y enólogos trabajando para elaborar unas pocas miles de botellas. El vino proviene de cepos plantados cuando todavía era pecado que las mujeres enseñaran los codos. Son botellas que viajarán a tiendas de Nueva York, de Zúrich o de Ciudad del Cabo…
Bien cerca, nuevas bodegas y nuevas plantaciones confirman, día a día, la apuesta por este territorio. El Priorat no es una tierra fácil, no regala nada y, aun así, ha conseguido seducir un buen grupo de entusiastas enamorados de la uva que da los suelos de llicorella. La DOQ Priorat hierve de bodegas, siempre bastante pequeñas, y a pesar de las dificultades que comporta, un buen número se ha preparado para recibir visitantes y compartir aquello que más les gusta, la pasión por el vino y por el territorio que le da vida.